“Come Back… Be Here” nos sumerge en ese torbellino de emociones que surge cuando te enamoras justo antes de despedirte. Taylor Swift pinta la escena de un romance fugaz que despega, literalmente, en un avión: besos apresurados en la puerta de embarque, promesas que todavía no se han formado y un reloj que marca las 4 a.m. La protagonista intenta convencerse de que no debe apegarse, pero su mente reproduce el momento una y otra vez, más rápido que el vuelo que se lleva a su amor. Nueva York, Londres, taxis y calles llenas de gente se convierten en recordatorios dolorosos de la distancia y en metáforas de un corazón que late a kilómetros de su dueño.
La canción captura la paradoja de conocer tanto a alguien sin saber realmente nada de él, esa “rush” del principio que se vuelve añoranza cuando la otra persona cruza el océano. Cada estribillo es un ruego: “Come back, be here”. Con una mezcla de vulnerabilidad y madurez, Taylor describe “enamorarse de la forma más cruel”: necesitar a alguien que está en otro huso horario. Al escucharla practicarás vocabulario sobre sentimientos, viajes y despedidas, al ritmo de una balada que demuestra que la distancia puede ser el villano más convincente en una historia de amor.