Habit nos invita a entrar en la mente de alguien que reconoce, casi con humor negro, que siempre termina estropeándolo todo. Louis Tomlinson se confiesa: prometió fallar y cumplió la promesa, por lo que la ruptura no debería sorprender a nadie. Sin embargo, cuando la otra persona decide marcharse, el cantante descubre que decir adiós es más difícil de lo que imaginaba. Esa expareja se transforma en una auténtica adicción: el high que necesita, el escalofrío que no logra sacudirse, el hábito imposible de romper.
A lo largo de la letra, Tomlinson alterna la culpa (“estaba fuera de control”) con la nostalgia de los días en Princess Park y el anhelo de una segunda oportunidad. El resultado es un retrato honesto de la dependencia afectiva: aunque haya aprendido lecciones y evolucionado, su corazón sigue enganchado a esa persona. Habit funciona así como un himno para cualquiera que haya descubierto que superar un amor puede ser tan complicado como dejar cualquier vicio potente.