«Lachryma» nos invita a una fiesta gótica en la que las lágrimas se convierten en estacas. Sobre un ritmo oscuro y pegadizo, el narrador compara a su antigua pareja con un vampiro que se alimenta de sentimientos ajenos. Cada verso describe un amor corrompido que «se cuela por las grietas» y se pudre como una fruta pasada, mientras el yo lírico reconoce que no puede escapar, pero sí puede plantarse: «I'm done crying».
La canción avanza desde la vulnerabilidad hacia la liberación. Entre imágenes de sangre y podredumbre, el protagonista declara que ya no derramará ni una lágrima más y que pronto buscará «somebody new». El resultado es un himno de empoderamiento que transforma el dolor nocturno en luz propia, recordándonos que cerrar la puerta a lo tóxico siempre es el primer paso para volver a vivir.