Wildflower nos invita a husmear en la intimidad de un triángulo emocional donde el pasado sigue floreciendo. Billie Eilish encarna a la pareja actual que intenta construir algo nuevo mientras la sombra de la ex sigue presente. El recuerdo de esa chica feliz y libre en cuero se cuela en cada gesto, cada caricia, y convierte momentos como San Valentín en escenarios de dudas internas. La narradora oscila entre la empatía de haber consolado a la ex y el ardor de los celos, preguntándose constantemente si ha cruzado una línea al ocupar su lugar.
Con una letra cargada de imágenes de desmoronamiento y fiebre, la canción explora la fragilidad del amor cuando el pasado no está resuelto. Entre susurros y confesiones, Billie dibuja un mapa de sentimientos que muchos conocen: la inseguridad, la comparación inevitable y el temor de que un recuerdo pueda ser más fuerte que el presente. Wildflower es, en esencia, un retrato honesto y poético de cómo las historias de amor se superponen, revelando tanto la belleza como la incomodidad de amar a alguien que aún guarda cicatrices.