«In The Kitchen» de Reneé Rapp convierte lo cotidiano en un escenario dramático. La artista juega irónicamente con la frase machista “las mujeres deberían quedarse en la cocina” para darle la vuelta y mostrar cómo ese lugar, donde se supone que “debería estar”, se llena ahora de ausencia y recuerdos dolorosos. Cada rincón del apartamento —la cocina, el sofá que viajó de Nueva York a Los Ángeles, el piano— se convierte en un museo de una relación que pasó de desconocidos a enamorados y finalmente a enemigos. El tema explora la dificultad de borrar huellas digitales (videos, playlists) porque, en cuanto los demás sepan que terminó, el dolor se vuelve “real”.
Con imágenes muy visuales y hasta humor negro (“no intenten esto en casa”), Rapp nos recuerda que el amor joven puede sentirse épico, pero también frágil y a veces ridículamente caro —en facturas de urgencias y, sobre todo, en emociones. La canción mezcla nostalgia y autoironía mientras la protagonista baila con “fantasmas” y conversa con almohadas, ilustrando lo complicado que es soltar cuando todo en tu alrededor grita que alguna vez hubo amor allí. Resultado: un himno pop que retrata la resaca sentimental post-ruptura y reivindica, de paso, la voz femenina que nadie va a volver a encerrar en la cocina.