Setting The World On Fire retrata esa noche mágica en la que todo se sale de control... para bien. Kenny Chesney y Pink nos llevan por La Cienega Boulevard, entre tragos, risas y besos robados, donde la música de fondo coincide con la camiseta del protagonista y cada calle vacía se convierte en su propio escenario. Con el corazón acelerado, la pareja canta en los pasillos del hotel, dibuja te quiero en el espejo con lápiz labial y enciende cerillas hasta reducirlas a cenizas, convencidos de que están literalmente prendiendo fuego al mundo.
Lejos de ser solo una historia de fiesta, la canción celebra la intensidad de vivir el momento: la sensación de inmortalidad que da la juventud, el atrevimiento de gritarle al mar sus promesas y la chispa que nace cuando dos personas se permiten ser imprudentes juntas. Cada verso es un recordatorio de que, en ocasiones, basta una sola noche, un poco de música y mucho atrevimiento para sentir que el universo entero arde con la misma llama que llevamos dentro.